Novena Ven, Espíritu Santo Día 7

Versículo

“Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyendolas a cada uno en particular según su voluntad.” 1 Corintios 12:4-11

Meditación

Cuando el Espíritu Santo bautizó a Sus discípulos el día de Pentecostés, les dió diversos dones. El primer don evidente fue el hablar en otras lenguas. Hechos 2: 4 dice: “Y todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. En su primera carta a los Corintios, San Pablo enumera muchos otros dones: la palabra de sabiduría, la palabra de conocimiento, la fe, los dones de curación, el realizar milagros, la profecía, el discernimiento de espíritus, las diversas lenguas y la interpretación de las lenguas. (En otros pasajes de las Escrituras, como en Romanos 12 y Efesios 4, aparecen más listas de diferentes dones espirituales). San Pablo también nos dice que “deseemos fervientemente los dones espirituales” (1 Corintios 14: 1).

¿Por qué debemos desear los dones espirituales? ¿No pareciera algo egocéntrico desear los dones? Y después de leer la lista de los dones del Espíritu Santo, tal vez parezca aterrador permitirle al Espíritu Santo tanta libertad para trabajar en y a través de nosotros. ¿Por qué entonces debemos desear los dones espirituales? San Pablo nos da la respuesta en el mismo versículo, justo antes de animarnos a buscar los dones, nos dice que “busquemos el amor”. Él escribe: “Persigue el amor y desea sinceramente los dones espirituales” (I Cor. 14: 1). El amor y los dones del Espíritu Santo están interconectados.

Amamos al Dador de los dones espirituales, y por eso deseamos Sus dones. Un hombre enamorado desea recibir todo lo que pueda de su amada. Es la naturaleza del amor. De la misma manera, desearemos los dones espirituales porque amamos al Espíritu Santo.

También debemos desear los dones del Espíritu Santo porque nos amamos unos a otros. El Espíritu otorga dones a las personas para el bien común (I Cor 12: 7). En el siglo III, Novaciano, un escritor Cristiano escribió:

Es el Espíritu Santo quien … otorga y dirige [los dones] como joyas a la Iglesia, la novia de Cristo. De hecho, es Él quien levanta profetas en la Iglesia, instruye a los maestros, guía las lenguas, hace maravillas y curaciones, realiza milagros, concede el discernimiento de espíritus, asigna el liderazgo, inspira consejos, distribuye y armoniza cualquier otro don carismático. De esta manera, completa y perfecciona la Iglesia del Señor en todas partes y en todas las cosas.

Al aceptar los dones del Espíritu Santo con gratitud y humildad, nos ofrecemos como canales de Su presencia e instrumentos para Su obra en la tierra.

Oración

Espíritu Santo, bautizame y dame cada uno de los dones que tienes para mí. Te amo con todo mi corazón y deseo ser Tus manos y pies aquí en la tierra. Dame los dones espirituales que quieres que tenga para que pueda glorificarte a través de ellos, y así pueda usarlos para el bien de los demás. Amén.

Oración tradicional al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh, Dios, quien por la luz del Espíritu Santo instruyó los corazones de los fieles, concede que por el mismo Espíritu Santo podamos ser verdaderamente sabios y disfrutar por siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor, Amén.

Reflexión y primera oración por Adriana Gonzalez